Antes de empezar con el blog dí mil vueltas. Había días en los que estaba súper decidida, y otros que desterraba la idea por completo. Hasta que me dí cuenta que mucho tenía que ver con todo lo que me generaban las redes sociales. Aquí la cuestión: por un lado me parecen geniales y una excelente forma de estar conectadas, mostrar lo que hacemos, y conocer cosas nuevas. Pero por el otro, me hace ruido ver que en las fotos siempre todos somos felices. Como que siento que ahí está sólo una parte de la vida (la más linda, obvio), y que quedan afuera un montón de otras cosas que también nos pasan.

Le dí mil vueltas al tema. Pensaba cómo correrme de ese lugar. Me enojaba con las fotos retocadas, y confirmaba esa frase que me habían dicho en algún momento: "las redes sociales pueden ser al mismo tiempo tan estimulantes como frustrantes". Claro, te ponés a mirar Instagram un día que estás angustiada, y tu vida parece la peor (¿Por qué todos son tan felices menos yo?). Siempre parece que "el pasto del vecino es más verde que el nuestro", y podemos caer en el hábito de pasarnos el día envidiando o deseando vidas ajenas.

Entonces me preguntaba ¿Por dónde ir? ¿Qué compartir? ¿Hasta dónde? ¿Qué "maquillar"? ¿Hay que usar los filtros? Un entripado de preguntas. También sentía algo así como que por un lado estaba la vida real y por el otro "el marketing de nuestra propia vida", que es lo que se ve en las redes. Después se me pasaba, me daba cuenta que también estaba bueno ver fotos lindas, que tal vez ése era el juego que había que jugar, que es lógico que si alguien quiere vender un producto o servicio lo muestre de la mejor manera posible, y que nunca vamos a publicar una foto de nuestros hijos enfermos, o nosotras gritando y agotadas porque no nos dan las horas del día para todo (atenti mis amigas).

Igual, no me quedé quieta y empecé a preguntar acerca de esta moda de mostrar la vida edulcorada siempre. Para ver si me amigaba, para ver si lo entendía, y para escuchar otras voces. Y a la pobre mujer que le quemé la cabeza (los que me conocen saben lo "intensa" que me pongo cuando quiero), fue a Claudina Kutnowski, una psicóloga que es mucho más que eso. Me encanta siempre como me hace pensar (¡Googleala! Está a cargo de Glimar).

Con Clau charlamos acerca de que siempre existió eso de mirar la vida feliz de los otros (un claro ejemplo es la admiración que hay por los reyes y sus vidas privadas en todo el mundo). Sin ir más lejos, es lo que nos generan la mayoría de las revistas de personajes o algunos programas de televisión. El punto es que antes eran unos pocos los que "destilaban brillo", ahora podemos ser todos.

¿Sus palabras textuales? "Para mí se trata de mostrar nuestra identidad fluidamente: hacer lo que nos sale espontáneamente, lo que realmente somos, y saber que a algunos les gustará y a otros no, y habrá que saber disfrutar y soportar lo otro también".

Así que bueno. En eso anduve (y ando). Como charlamos con Claudina, "subir cada foto, nota o posteo es una decisión". Ahí se pone en evidencia a quién queremos mostrar. Y aunque a veces parezca que una está siempre feliz, en mi caso me interesa ser alguien que busca ser feliz cada día: preguntándome acerca de mis ganas y deseos, dudando (mucho), cambiando (otro tanto), teniendo miedos (¡pufff!), y sobre todo, tratando de poner en eje a cada rato lo que pienso, con lo que siento y lo que hago.

Lo que nos pasa cada día tiene momentos de felicidad, amor, placeres y alegrías. Pero además grietas, sinsabores, miedos y angustias. Y a veces está bueno bajar la guardia y hablar de eso también. Creo que nos humaniza, y genera una enorme magia y empatía con los demás.

¿Y a vos, qué te pasa con todo esto?