A Vivi Rosas la conocí hace unos años cuando yo escribía para el blog de VER (ella es la jefa de Imagen y Comunicación de la marca -en realidad es más que todo eso-). Siempre sentí que era especial. Por eso me pegó tan fuerte cuando el año pasado -a esta altura-, me enteré que estaba atravesando un cáncer de mama, y toda su lucha. La seguí de cerca, deseando con fuerza su sanación. Y fui muy feliz hace poco, cuando supe que había terminado con sus quimios, y vuelto a nacer. 

Este mes la invité a que nos cuente cómo fue transitar la enfermedad. Porque siento que testimonios como el de Vivi pueden ser medicina para el alma. Y mensajes fuertes para la prevención del cáncer de mama, y cualquier otra enfermedad. 

Deseo que sus palabras nos recuerden que debemos seguir conociendo nuestros cuerpos. Porque una vez más, el auto-examen mamario y los controles a tiempo, salvan vidas. 

Aquí, mi pequeño homenaje a ella. 

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Vivi, ¿Cómo fue qué te detectaron el cáncer de mama?

Fue el año pasado en plena pandemia. Yo con 36 años, dos hijos, y amamantando en ese momento. Todo empezó mientras me bañaba. Me toqué la teta izquierda y la sentí dura, algo pasaba (era una roca). Mi mano fue hasta ahí como por obra del destino. Pensé que sería una mastitis. Pasaron los días pero la teta seguía igual: tenía un tubo duro que la atravesaba desde la axila hasta el pezón. Así que fui a ver a mi obstetra. Me palpó, lo volvió a hacer, y me dijo: “Cambio de planes nena… esta noche dejas la teta, en 10 días mamografía, a los dos días vas a ver a este especialista con los resultados y me llamás”. 

¿Y cómo seguiste?

Después de tres punciones y una resonancia magnética mamaria llegó el diagnóstico: Carcinoma, HER2 positivo, KI 67. Fase 3. Ganglio tomado.

¿Qué sentiste en ese momento? 

Siempre supe que tenía algo. No podía tener ese bulto y que no fuera nada. Y por otro lado, la cara de los médicos, de cada especialista que se encontraba con mi caso. Todo me daba señales. Hasta que supe la gravedad de mi enfermedad. Me acuerdo un llamado  telefónico de un amigo de mi marido que nos dijo: “De esta se sale, no hay alternativa”. Y así fue. Sabía que tenía que salir adelante. Por mis hijos, por mi marido, por mi familia, por mis amigas, pero fundamentalmente por MI. Me metí a fondo en cuanta terapia pude abarcar, para descubrirme y salir adelante.


¿Tuviste miedo en ese momento?

No recuerdo tanto los miedos como sí la urgencia por moverme, por empezar, por resolver todo lo que uno tiene que resolver cuando se encuentra con el diagnóstico: las burocracias de las autorizaciones en las obras sociales, hablar con la psicopedagoga para ver cómo se lo decíamos a los chicos, los mil llamados de las personas que querés, dejar las cosas listas en el trabajo, ver quién iba a cuidar a los chicos. Siempre yo en mi afán resolutivo por tener todo controlado. Eso en la primera etapa. Pero después soltás. Porque si con lo que me pasó no aprendí que no tenemos el control de nada… empecemos de nuevo.

¿Cómo fue el tratamiento, y pasarlo con hijos tan chiquitos? 

El tratamiento fue duro: quimios, una mastectomia bilateral, y rayos (+ mucho cansancio). Pero con los chicos tratamos de hacerlo simple, aunque me vieron tirada en la cama, sin comer, horas en el baño, pelada. Y bueno, es lo que les tocó en la vida y eso les dará herramientas para siempre. Desde el primer momento le explicamos a cada uno con mucha naturalidad todo. Manuela tenía cuatro años al momento del diagnóstico y con ella teníamos que ir un poco más allá que con Alfonso que tenía un año y medio. Fuimos muy claros desde el principio, palabras sencillas, sin nombrar “cáncer”, pero sí diciéndoles que tenía una bolita en un pecho y que para sacármela, me tenían que dar una medicación muy fuerte que iba a hacer que se me cayera el pelo, que algunos días me iba a sentir mal, que otros iba a estar bien, que tal vez tuviera ganas de llorar, o perdiera la paciencia más fácil. 

¿Te sentías más irritable?

La medicación y el tratamiento en sí tienen algo de lo que pocos hablan y es la agresividad que genera. Una mezcla de agresión a tu cuerpo, de bronca por lo que te pasa, y de cansancio acumulado que hace que nos pongamos bastante más irritables.

Pero los niños son muy sabios...

Sí. De hecho el otro día Alfonso vio una foto mía antes del tratamiento, me miró y me preguntó: ¿Mamá porque tenés pelo? Estallamos de risa. Su pregunta no era por qué no tenía pelo, sino por qué lo tenía. ¡Fue genial! También me encontré a Manuela en muchas situaciones extremas en las que no sabía cómo iba a reaccionar y aún hoy no puedo creer sus respuestas. Como cuando llegó el resultado del estudio patológico definitivo y fue "REMISIÓN PATOLÓGICA TOTAL". Me miró a los ojos mientras yo la hamacaba y dijo: “Mamá, gracias por curarte”.


Y tu marido que siempre estuvo ahí…

Todo esto no hubiera sido posibles sin Tomás. El amor, la dedicación, el trabajo que le puso a cada día para que todo fluyera. Su mirada para decirme mil cosas. Todo lo que hice, todo lo que pasamos, fue gracias a su apoyo incondicional.



¿Siempre sentiste que ibas a sanar?

Siempre supe que tenía que tocar fondo para salir adelante. Yo tenía un ritmo de vida un tanto extremo. Con poco espacio para el disfrute, para el error, para la conexión. En definitiva: para mí y mis seres queridos. Me acuerdo que el sábado de la primera quimio, me llamó mi jefa para ver cómo estaba y en un llanto descomunal le dije que no me quería morir. Ésa debe haber sido una de las primeras veces que expresé ese miedo. Y ahí entendí que yo tenía que sanar, tenía que salir adelante. Antes de empezar el tratamiento médico empecé el tratamiento espiritual. 

¿Cómo fue eso?

Comencé por aceptar ayuda, por aprender a recibir, por agradecer todos los días: “Gracias porque estoy viva, gracias porque respiro, gracias porque puedo ver a mis hijos y ellos me ven a mí”. Y eso hace empezar mi día distinto. Esas palabras se convirtieron en mis mantras. Pero además, hice cuanto estuvo a mi alcance: imposición de manos, sanación con energía, biodecodificación, eneagrama, astrología, psicología, y más.

¿Vos también te preguntaste “para qué todo esto”? ¿Sentís que pudiste ir respondiendo esa pregunta? 

Siempre me pregunté “para qué”. Bueno alguna que otra vez cuando estaba un poco depre me pregunté "¿por qué?" (jajaja). O sea: "Para qué tenía que transitarlo". Qué era lo que tenía que pasarme, qué era lo que tenía que cambiar. Porque si hay algo que me enseñó esta enfermedad es que vino a darme un mensaje claro y contundente: yo tenía que cambiar. Cambiar mi estilo de vida, mis actitudes, mis tratos, mis acciones. Pero por sobre todo, bajar la auto-exigencia que me estaba llevando a un lugar que no estaba bueno para mí. Y aprender a conectar desde el amor, que siempre estuvo en mí pero bastante escondido.


¿Cuánto de emocional/mental creés que hay en las enfermedades y en su sanación?

TODO. Creo que el poder de sanar está en uno. Creo que la mente y el espíritu tienen la capacidad de transformar cualquier situación en la que estemos inmersos. Creo en el poder de la oración. Creo en la fuerza súper poderosa del amor, de la luz y de la conexión con Dios. Creo que si uno se visualiza sano, uno sana. Creo que la actitud es TODO. Hay frases o palabras que desterré de mi vocabulario. Antes de la enfermedad, cuando me pasaba algo que no quería hacer decía (literal): “Noooo, me quiero suicidar” (como algo gracioso). Hoy no puedo creer que esas palabras salían de mi boca. Nunca más las volví a decir.

¿Qué significa #DUCINALTUM? (Vos lo mencionaste en un post)

DUCINALTUM (remar mar adentro), se convirtió en mi frase de cabecera. Y si hay alguien que le hace honor, esa soy yo. En todo lo que hago doy mi 100 por ciento. Me zambullo con ganas y nado hasta lo más profundo, con una intensidad y una dedicación inmensa. Sí…soy intensa, avasalladora, híper comprometida, con una energía arrasadora. Y entendí que esas “cualidades”, iban a ser mis mejores aliadas para combatir esta enfermedad que había decidido visitarme para darme un cachetazo fuerte y acomodarme en mi lugar. Porque de algo estoy segura: el cáncer no es muerte, el CÁNCER ES CAMBIO. Y como te dije antes, yo tenía que cambiar. 

¿Qué cosas cambiaste? ¿En qué sentido creés que volviste a nacer?

3 de agosto, 20 de agosto, 3 de diciembre, 4 de enero, 4 de marzo, 13 de abril, 12 de octubre. Éstas son mis nuevas fechas de nacimiento. Porque en cada uno de esos pasos, de esos ciclos empezados y terminados, entendí que una nueva yo nacía. Siempre pensé que me iba a morir joven… y en parte creo que la enfermedad vino a devolverme esa fuerza arrasadora de ganas de vivir, de disfrutar de los pequeños momentos, de agradecer porque respiro un día más. Qué loco…esa sensación de fragilidad que nos hace agradecer hasta lo que damos tan por sentado. Porque a partir del diagnóstico, nunca más volví a dar nada por sentado. 


¿Cómo fue volver a tu vida, cuando todo esto terminó? No debe ser fácil, más allá de la gran felicidad. 

Mi psico-oncóloga me dijo una vez que existe un duelo también al terminar el tratamiento. En ese momento no comprendí bien a qué se refería, pero hoy te puedo decir que es exactamente así. Nadie puede negar la felicidad de terminar todo este proceso, pero también está la tristeza, la angustia, la incertidumbre. En mi caso, ese paso ocurrió un poco antes. Una vez finalizada la operación que dio resultado patológico completo (remisión total), tenía que seguir con el tratamiento de rayos y quimios leves para finalizar el protocolo. Todo el mundo seguía con su vida, yo ya estaba curada, pero a la vez tenía que seguir con el tratamiento. 

¿Y ahora?

Y ahora que todo definitivamente ya terminó (de hecho hace unos días me operaron para sacarme el porth a cat), tengo una sensación rarísima de tener que volver a mi vida. ¿Pero cuál es? ¿Cuál quiero que sea? ¿Qué cosas voy a continuar y cuáles voy a replantear? Grandes interrogantes para los que todavía no tengo respuestas pero si una sensación de no querer volver a transitar por el mismo camino (porque soy una convencida de que el cuerpo habla). De todas formas, es imposible que vuelva a lo mismo. Ahora soy mucho más consciente, establezco la pausa, estoy más presente. ¡Allá voy!


Vivi, ¿Qué mensaje te gustaría dar? 

A quienes están atravesando la enfermedad me gustaría decirles que si hoy te toca dormir en la alfombrita del baño en posición fetal porque no das más…o si tu cuerpo tiembla sin parar y no hay música que lo haga frenar, o si tu marido te tiene que levantar y ayudarte a caminar, o si tus hijos te traen el desayuno a la cama pero sabés que tenés que hacer un esfuerzo descomunal para abrir los ojos, o si en cada abrazo de una amiga te detenés a llorar desconsolada…tranquila. Cuando puedas, mirate al espejo, así como estás, y ABRAZATE FUERTE. Agradecele a tu cuerpo, a tu espíritu, y repetí conmigo: LO ESTÁS HACIENDO MUY BIEN. Sonreíte, sé compasiva con vos misma, hablate como le hablarías a una amiga, y agradecete todos los días. Estás batallando con todo y más. 

A los que tienen que estar ahí para poner el hombro y acompañar a un ser querido (sean como mi AMOR, mi FAMILIA, MIS AMIGAS (que son las mejores del mundo mundial), hay momentos en los que simplemente solo queda sentarse al lado, agarrarnos la mano y decirnos lo mucho que nos queremos. Pero aprendí también que no es necesario esperar a que alguien esté enfermo, que es muy lindo decirlo más. Mucho más.

Y a las que todavía no se hicieron los chequeos por falta de tiempo, por miedo, por desconocimiento o por lo que sea… NO LO DEJEN PASAR. LA DETECCIÓN TEMPRANA SALVA VIDAS. TOQUENSÉ Y HÁGANSE SUS CONTROLES ANUALES. Como me dijo una vez un médico: "Tu tumor es como un Pac-Man: tiene 100 dientes arriba, 80 dientes abajo y una cocina para producir su propia comida". Y acá estoy. Ningún pronóstico es imposible si lo detectamos a tiempo. En mi caso, me salvó la vida. Y mucho más.


GRACIAS GRACIAS GRACIAS

Y ahora sí: Viví, Vivi (el poder de la gramática no deja de sorprenderme).