La pandemia puso sobre la mesa un tema tan doloroso como silenciado: la muerte. En este contexto escuchamos hablar de duelos y pérdidas, como nunca antes. Y los miedos aumentaron tanto, como nuestra conciencia acerca de la finitud de la vida. 

Esta idea me viene dando vueltas hace días. Y como hablar sana (y salva), charlé con Vale Schwalb, psicóloga especialista en resiliencia y escritora. Porque como ella dice, tal vez hoy que es inevitable hablar de la muerte, sea momento de revisar lo que nos pasa con ella, y hasta incorporarla como parte de la naturaleza humana.

Vale, ¿Qué significa DUELAR?

Duelar es hacer el duelo, el proceso por el que se atraviesa para elaborar la muerte de una persona o de un proyecto. Es el trabajo que se pone en marcha en el duelo (se llama "trabajo" porque requiere de nuestra acción).

¿Por qué nos cuesta tanto hablar de la muerte? 

Porque en nuestra cultura no tenemos educación al respecto. Vivimos negando el último proceso vital, aún sabiendo que es lo único que a todos nos pasará en algún momento. En otras culturas, el tema de la muerte es tratado con mucha naturalidad y se incluye a quienes ya no están físicamente como legado para la historia familiar. La misión de recordar a quienes fallecieron, es muy sanadora y aliviadora.

¿Qué es lo primero que le dirías a alguien que hoy está atravesando un duelo? 

Lo primero que le diría es que no se quede solo en lo posible, que busque una red de apoyo, aunque sea virtual. Que así como cuando duele algún lugar del cuerpo consultamos a un especialista, en este caso también es bueno tener apoyo de un especialista profesional (que sea profesional de la salud mental). También le diría que el trabajo de duelo duele, pero que es necesario pasarlo para sanar ese dolor. Y que aunque no nos guste, también es una oportunidad única para conocernos como jamás llegaríamos a hacerlo.

Debe ser difícil poder ver la muerte de un ser querido "como oportunidad de algo"...

Sí, nadie elige perder a un ser querido. Pero si nos toca pasarlo porque así la vida lo impone, entonces que eso sirva para algo. Que sea un disparador para mejorar propias versiones. Debemos saber que quienes nos quedamos de este lado, tenemos la tarea de perpetuar y trascender la vida de quien murió y no su muerte. Es un gran trabajo el duelo, el más difícil -creo yo- que el ser humano debe pasar en la vida. Por eso es bueno poder hablar y prepararnos para tener recursos. 

¿Cómo nos recomendás acompañar a quienes estén atravesando la pérdida de un ser querido?

En primer lugar no racionalizar las emociones. Como dije antes, el duelo duele (es un proceso normal). Entonces la tarea es el acompañamiento emocional: sostener con amor, abrazar el dolor del otro, escucharlo sin juicios. La tarea que podemos realizar es aliviarle lo cotidiano: desde cocinarles o ir a pagarle las cuentas, hasta quedarnos al lado en silencio. Y preguntar, para poder saber qué es lo mejor para el otro. La tarea de quien acompaña es preguntar, y la tarea de quien está duelando es aprender a pedir lo que necesita. 

¿Hay un tiempo para sanar la pérdida?

El tiempo es personal, pero sabemos que hay tiempos que indican "normalidad" y otros que nos dan cuenta de procesos que son patológicos. El primer año es duro porque es la primera vez de todo sin la persona que amamos. Después vienen otras dificultades y dolores, pero se van aprendiendo modos de pararse frente a lo que nos toca vivir. Los tiempos a respetar son los de quienes están sufriendo, no de quien acompaña.

Me acuerdo algo que contaste de una psicóloga que una vez te dijo que "aún no habías superado la pérdida" de tu hija. Y lo que vos sentiste con respecto a esto. Me gustaría que nos dejes ese mensaje.

Recuerdo haber ido a una sesión de terapia ya pasados siete años de la muerte de mi hija Juli. Ese día justo era la fecha de aniversario de su nacimiento, digamos que no podía festejar su cumpleaños porque ya no estaba físicamente conmigo y yo no tenía un buen día. Cuando llegué, mi psicóloga me preguntó qué es lo que me pasaba y le conté. Su intervención fue que "si yo me ponía así de mal, era porque no había superado la muerte de mi hija". Yo había tenidos dos hijas más y por ese entonces ya había escrito mi primer libro, venía luchando fuerte para que mi matrimonio de entonces funcionara, trabajaba todo el día. Y pensé: ¿Qué más podría estar haciendo para querer estar bien? Pero “superar”…. ¿Podía acaso superar la muerte de mi hija? ¿Alguna vez, en la fecha de aniversario de su nacimiento iba a no dolerme? No volví a esa psicóloga, pero aprendí una enorme lección. La muerte de un hijo no se supera. Sí se sana profundamente, pero no se cura con un remedio. Aprender a entrar y salir del dolor lleva su tiempo, pero se puede. 

La otra vez leí a alguien decir que "la muerte es lo que verdaderamente nos conecta con la vida". ¿Creés que es así? 

La muerte es el final de la vida, el último momento de la existencia. Yo creo que tomar conciencia sobre ese último momento es crucial para que abramos los ojos en la vida. Sabernos mortales nos conecta con la finitud, nos permite perdonar más, disfrutar más y por sobre todo nos enseña que el tiempo es lo más valioso que poseemos y que somos nosotros los administradores. 

Gran aprendizaje, que olvidamos tantas veces...

Nadie agradece perder a alguien que ama. Pero cuando nos toca pasarlo, ¿Por qué no tomar el aprendizaje que de eso deviene? La vida es un milagro, no es un regalo eterno. Tenemos fecha de vencimiento en un envase llamado cuerpo, y ese tiempo es único y limitado. ¿Cómo voy a administrar  mi vida? Esa es una decisión muy personal.

Hay una frase de Buda que dice "El problema es que crees que tienes tiempo". Me gustaría tener tu mirada.

Un poco lo que decía antes. El tiempo es el valor más preciado del ser humano. Creer que tenemos tiempo nos hace llegar tarde. La vida es hoy, y la vida es un ratito. Tal como cuando éramos niños y nos venían a buscar nuestros padres a la casa de nuestros amigos cuando la estábamos pasando mejor, así debiera de encontrarnos la muerte cuando llegue. Tomar conciencia de la muerte nos invita a vivir con más humildad y más amor. Las personas que sufrieron un dolor grande aprenden a ser más humanas.

El otro día leía a Sergio Sinay, que reflexionaba sobre estos temas y se preguntaba: "¿Para qué queremos sobrevivir a esta pandemia?". Fuerte. ¿Qué pensás?

Tener un para qué, es tener un motivo para seguir, para vivir. Pienso que el ser humano no puede vivir sin deseos y que está muy bien que podamos pensar en el día después de esta pandemia y no solo en el durante. Habrá un día después y sería bueno que este tiempo también nos sea de aprendizaje. Como si pudiéramos contar algún día: "Sabés que por el año 2020 hubo una pandemia y por aquel entonces yo hice esto o aquello otro, y a partir de eso cambió esto o aquello otro…. O me di cuenta de tal o cual cosa…". Éste también es nuestro tiempo vital. Pasarlo sin vivirlo, es desperdiciar oro.

¿Se puede vivir cada día "como si fuera el último"? Una frase que escuchamos a menudo. 

Nadie puede vivir cada día como si fuera el último día. Nadie despide a la mañana a su familia como si no fuera a verlos nunca más. La conciencia de la muerte nos invita al desafío de vivir la vida sabiéndonos mortales para poder andar con los ojos abiertos y los sentidos expandidos, no para andar penando el día en el que ya no estemos físicamente. Planificar un buen final, tiene que ver con que la muerte nos encuentre viviendo conscientes y generando alrededor aquello que deseamos, que ni la muerte se pueda llevar: nuestro legado personal. 

Vale, ¿Una idea final que quieras dejar?

Que mientras estemos sanos, aprovechemos para trabajar el mensaje que queramos dejar cuando ya no estemos. Si quienes nos quedamos entendemos que tenemos la tarea de tomar ese legado para llevarlo a trascender, generamos una complicidad llena de magia y amor. Una conexión que no será mejor que la que teníamos al estar con vida, pero sí la que podemos tener ahora desde lo que me gusta llamar "el wifi del alma"


Pueden seguir a Vale en su IG @valeriaschwalb

*A esta nota la sobrevuelan infinidad de mariposas, que desde el cielo nos manda Juli, la hija de Vale 🙏


* La foto de la nota fue tomada con un celular Motorola g9 Power (www.motorola.com.ar)