“¿Y si la felicidad no fuera la respuesta? En una cultura obsesionada con la felicidad, los niveles de insatisfacción e infelicidad son más altos que nunca”, dice la periodista Emily Esfahani Smith en su libro “El arte de cultivar una vida con sentido” (Editorial Urano). Lo que la autora sostiene a lo largo de estas páginas, es que no es la felicidad lo que hace que la vida valga la pena, sino darle a nuestra existencia un sentido; algo que a la larga nos da un sentimiento de satisfacción más profundo y duradero que las meras emociones positivas.

Sin dudas esto se logra con el tiempo, y con pequeñas acciones diarias que podemos ir sumando, para estar más conectados con nosotros mismos y con nuestro entorno, encontrando un motivo (o varios), una pasión, y viviendo una vida más a conciencia, y menos en piloto automático. Lo interesante, es que existen distintas partes del mundo, en donde estas ideas empiezan a resonar cada vez con más fuerza. La clave está en poner el cuerpo en la experiencia. Ir y hacer. ¿Empezamos?

Los japoneses por ejemplo, hablan del Ikigai; un término que tiene que ver con encontrar un motivo para existir (algo que para ellos nos permitirá vivir una vida más larga, joven y feliz). El concepto abraza 10 leyes hermosas: mantenernos siempre activos (hacer las cosas que nos gustan, y aún después de haber terminado la vida laboral “oficial”, no quedarnos quietos), tomarnos las cosas con calma (porque las prisas son inversamente proporcionales a la calidad de vida), no comer hasta llenarnos (para preservar la salud, hay que comer un poco menos del hambre que tenemos), rodearnos de buenos amigos (el mejor elixir para disolver las preocupaciones), ponernos en forma (porque el  ejercicio segrega las hormonas de la felicidad), sonreír a diario, reconectar con la naturaleza (para cargar las pilas del alma), dar las gracias (a todo lo que ilumina nuestro día), vivir el momento (porque todo lo que tenemos es el día de hoy), seguir nuestro Ikigai: según esta filosofía, todos tenemos una pasión, un talento único, que da sentido a nuestros días y nos empuja a dar lo mejor de nosotros mismos hasta el final. Como dicen ellos: “Si aún no lo encontraste, entonces la próxima misión será hacerlo”.

Otro caso es el de los daneses, para quienes el secreto del bienestar está en la magia que se esconde dentro de la palabra Hygge, que tiene que ver con el arte de vivir los momentos: escuchar el ruido de los pájaros, tomar un té en compañía, ver la luna llena, prender velas, comer algo rico, juntarse con amigos, estar en familia. Tanto lo practican, que se dice que Dinamarca es uno de los países más felices del mundo. ¿Un tip? Aprender a disfrutar de estas cosas simples sin centrarnos en un resultado como estamos acostumbrados (trabajamos para ganar dinero, vamos al gimnasio para bajar de peso, pasamos tiempo con gente para hacer networking). Así que la clave para empezar esta misma noche es sencilla: busquemos una linda peli o libro, manta, y al sillón. Y sí: apaguemos el celular.

El término Fika, es otro que se suma a la lista. Se trata de un concepto sueco que celebra “las pausas diarias” durante la jornada laboral, y que ellos relacionan directamente con la alta productividad. En general se hace dos o tres veces al día, y puede darse en el trabajo, en casa o en un barcito. La idea es que sea un espacio lindo: con música, luz tenue, libros, y siempre alrededor de una taza de café o té + algo rico. Un momento ideal para despejar la cabeza, conectarnos con nosotros mismos, y volver al trabajo con más lucidez y creatividad.

                                                        ¿Por dónde empezarías?

Para seguir leyendo sobre estos temas, te recomendamos el libro “Ikigai”, de Héctor García y Francesc Miralle (Editorial Urano). También es muy linda lectura “Hygge”, de Meik Wiking  (Editorial Planeta).

* Nota para Ser+Positivo (Pasen a chusmear)